Si ponemos a un niño pequeño al lado de un hombre adulto y
los comparamos, pronto notaríamos algunas diferencias: el tamaño de la cabeza
en relación al cuerpo, el largo de los brazos, el ancho del tórax, entre otras.
Y si exploramos en mayor profundidad encontraríamos otros detalles, como la
cantidad de dientes (dientes de leche vs. dientes definitivos), la cantidad de
vello corporal, el tamaño de la mandíbula, etc. Sin embargo seguiríamos
considerando al niño y al adulto como parte de una misma especie (Homo sapiens en este caso). De todas
formas, son notables las diferencias entre la versión infantil y la adulta de
dos ejemplares de la misma especie, en este ejemplo.
Ahora enfoquémonos en el punto de vista paleontológico: imaginémonos
como un paleontólogo extraterrestre estudiando restos de humanos modernos
(sencillo pero infalible argumento didáctico). ¿Las diferencias entre el niño y
el adulto serían fáciles de distinguir? ¿Podrían hacernos pensar que se trata
de especies distintas? (esto podría llevarnos a discutir el tema de la
definición de “especie”, especialmente dentro del marco paleontológico, pero
dejemos esa discusión para más adelante). Tomemos por ejemplo la cantidad de
dientes. Ese carácter, por sí solo, haría que nos planteemos seriamente si se
trata de dos especies distintas.
Bueno, este escenario hipotético no es tan hipotético, a lo
largo de la historia de la paleontología (y de la neontología también), se han
creado muchas especies de seres vivos, a veces basándose en restos muy
limitados (como un único diente, o un fragmento de conchilla, o incluso un
molde). Esto podría estar oscureciendo la realidad, y quizás, dos dientes
llamados de formas distintas hayan pertenecido al mismo animal. Pero a veces,
especies basadas en restos mucho más completos y mejor preservados también
pueden caer en este dilema.
Robert en sus mejores épocas |
Robert Bakker (paleontólogo “experto en dinosaurios”, famoso
por numerosos documentales en la década del ’90, por su particular look
mezcla de ranchero tejano y rockero cincuentoso, por lo poco convencional de
sus ideas acerca de la fisiología de los dinosaurios en los comienzos de su
carrera y por el homenaje que se le hizo en Jurassic Park 2: The Lost World,
donde es devorado por el simpático T.
rex) presentó en 2006, junto a varios
colaboradores, el paquicefalosaurio Dracorex
hogwartsia. Este simpático animal con tan simpático nombre (que según su
etimología hace referencia a “la Academia Hogwarts, invención de J.K. Rowling,
en honor a su contribución a la educación de los niños y el placer por la
exploración”), está basado en un cráneo perfectamente conservado, que nos
muestra a un dinosaurio repleto de cuernos, espinas y ornamentaciones variadas,
dando ese aspecto “draconiano” de algunos paquicefalosaurios (que por si alguno
no lo sabe, se trata de aquellos dinosaurios con cabezas duras que suelen darse
cabezazos en muchas ilustraciones). Dracorex
fue contemporáneo de otros cabeza-dura como el más conocido Pachycephalosaurus (con un cráneo que
intenta asemejarse a una gran melón) y el más espinoso Stygimoloch (con otro simpático nombre, pero más rockero que
infantil).
Dracorex hogwartsia, el dino-dragón mascota de Harry Potter. (The Children's Museum of Indianapolis) |
Hace poco tiempo, John "Jack" Horner (uno de los “mejores amigos”
de Bakker) y Mark Goodwin publicaron una revisión de estos tres
paquicefalosaurios y llegaron a la conclusión de que Dracorex y Stygimoloch representaban estadios juveniles de Pachycephalosaurus. Así pudieron reconstruir una serie ontogenética (a lo largo del desarrollo del
organismo) donde se observa un aumento progresivo del “melón” de su cabeza, y
una reducción sustancial de las protuberancias y espinas.
Muchos cuernos y melones, la ontogenia de Pachycephalosaurus (Imagen de Holly Woodward) |
Arriba: Torosaurus. Abajo: Triceratops. Cuernos totales: 6 (muchos). (Imagen de Nicholas Longrich) |
Algo similar ocurrió con el famoso Triceratops (aquel tierno dinosaurio con tres cuernos, quizás el
más famoso luego del Tyrannosaurus).
Multitud de especies de Triceratops, y
de otros dinosaurios cornudos (Ceratópsidos, como se
denomina al grupo) fueron creadas sobre la base de muchos materiales craneanos.
Torosaurus utahensis (cuyo nombre no hace referencia al bóvido, sino al gran torus -perforación- en su cráneo), poseía el galardón de ser el dinosaurio con la cabeza más
grande, de aproximadamente 2 metros de largo, incluyendo la cresta (denominada
gola) formada por los huesos posteriores del cráneo que se extienden más allá
del cuello. Una reciente reinterpretación, también con la participación de J.
Horner, indica que Torosaurus sería
un estadío muy tardío de Triceratops. (Más recientemente, Longrich y Field, en 2012, contradijeron estas conclusiones y aportaron nuevas pruebas para la validez de Torosaurus, pero el debate continua).
Pequeño Raptorex bajo papá Tyrannosaurus. (Imagen de Todd Marshall) |
Raptorex kriegsteni,
proveniente del Cretácico temprano de China, fue publicado a partir de un
esqueleto completo por Sereno (el paleontólogo sensacionalista) y colaboradores en 2009 como un nuevo
tiranosaurio pocket, especial para dejar en el patio rugiéndole a los pájaros.
Fowler y colaboradores (incluyendo al omnipresente Jack Horner) mostraron en
2011 pruebas de que el pequeño Raptorex
era en realidad un juvenil Tarbosaurus
(otro tiranosaurio, pero modelo estándar, con cabeza grande y dientes largos,
del tipo de los que aparecen en películas). También incluyeron entre los
resultados que el fósil provenía realmente de Mongolia y databa del Cretácico
tardío, una diferencia de unos 60 millones de años, nada más.
Y para no extenderme mucho más, les dejo mencionado el caso
de Nanotyrannus, otro tiranosaurio
minimalista (pero no tan pocket como Raptorex)
descripto por el vapuleado R. Bakker y relegado a Tyrannosaurus juvenil por el siempre dispuesto J. Horner (aunque en la actualidad, el viejo Jack se encuentra intentando obtener un dinosaurio a partir de la manipulación de genes de pollos -aunque usted no lo crea-).
Pocas veces la variación ontogenética es tenida en cuenta a
la hora de revisar y describir nuevas especies (y ahora no me limito a
dinosaurios). Quizás esto sea un producto del paradigma tradicional entre los
paleontólogos de considerar que la información contenida en las rocas es sólo
una pequeñísima porción del pasado geológico, por lo que se vuelve
estadísticamente reducida la posibilidad de encontrar dos individuos de la
misma especie.
La moraleja de estas historias podría ser que hay que tener
cuidado a la hora de definir nuevas especies, y nunca dejar de lado las
posibles variaciones ontogenéticas, o, también podría ser, nunca llevarse mal
con el buen Jack, quién siempre se prestará para hacer desaparecer un par de
dinosaurios de la historia.
Jack Horner meditando sobre qué dinosaurio dilapidar próximamente. |
... really, there are too many dinosaurs.
Bibliografía
Bakker, R.,
Sullivan, R., Porter, V., Larson, P. y Saulsbury, S. 2006. Dracorex hogwartsia, n. gen., n. sp., a spiked, flat-headed
pachycephalosaurid dinosaur from the Upper Cretaceous Hell Creek Formation of
South Dakota. En: Lucas, S. y Sullivan, R. (eds.) Late Cretaceous vertebrates
from the Western Interior. New Mexico Museum of Natural History and Science
Bulletin 35: 331-345. Trabajo accesible gratuitamente aquí
Fowler, D.,
Woodward, H., Freedman, E., Larson, P., Horner, J. 2011. Reanalysis of “Raptorex
kriegsteni”: A juvenile tyrannosaurid dinosaur from Mongolia. PLoS ONE 6 (6):
1-7. Trabajo accesible gratuitamente aquí
Horner, J.
y Goodwin, M. 2009. Extreme cranial ontogeny in the Upper Cretaceous Dinosaur
Pachycephalosaurus. PLoS ONE 4 (10): 1-11. Trabajo accesible gratuitamente aquí
Longrich, N. y Field, D. 2012. Torosaurus is not Triceratops: Ontogeny in Chasmosaurine Ceratopsids as a case of study in dinosaur taxonomy. PLoS ONE 7(2): 1-10. Trabajo accesible gratuitamente aquí
Scannella, J. y Horner, J. 2010. Torosaurus Marsh, 1891, is Triceratops Marsh,
1889 (Ceratopsidae: Chasmosaurinae): Synonymy through ontogeny. Journal of
Vertebrate Paleontology 30 (4): 1157-1168. Trabajo no accesible grauitamente, lamentablemente, pero pueden ver el abstract aquí
Los genes no existen, no le creo nada a J. Horner
ResponderEliminarDe eso no hay ninguna duda.
Eliminarel putazo de Horner se robó la idea de los pollos dinosaurios de Vargas...
EliminarVargas? no lo tengo.
EliminarA veces también hay diferencias entre paleontólogos sobre si dos dinosaurios son de la misma especie, o género, sin mediar ningún tipo de estudio de cambios durante la ontogenia, sino por cuestiones de criterio (o a veces ni siquiera es un criterio, sino "porque se le canta"). El paleontólogo e ilustrador Gregory Paul tiene la tendencia a aglutinar especies dentro de un único género, por ejemplo Deinonychus en Velociraptor (aunque en su ultimo libro los deja en géneros separados, aunque a Tsaagan mangas si lo refiere a Velociraptor). De hecho, es muy probable que gracias a este rejunte que hizo Paul en su "Predatory Dinosaurs of the World", Crichton haya hecho a sus Velociraptor tan grandes (de hecho, en la novela, Grant dice que estaba excavando un Velociraptor antirrhopus, y no un Deinonychus antirrhopus).
ResponderEliminarTambién algunos paleontologos creen que si estas en un periodo particular o formación (supongamos Cretácico superior, mas restringido aun, turoniano) solo podes encontrar un único genero de carnívoro grande o pequeño y cualquier cosa que salga debe ser referido a ese taxón pues no puede haber mas géneros o especies. Este criterio es absolutamente desechable, creer que solo puede haber un único carnívoro grande para una misma formación es no tener criterio.
ResponderEliminarson unos viejos que a la larga de tanto fumar polvo en el campo se volvieron completamente desquiciados, uno queriendo revivir dinosaurios y el otro consagrando a harry!
ResponderEliminarsi claro, fumaron polvo, claro....
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